Lo único constante es el cambio, más vigente
que nunca!
Esta frase
atribuida a Aristóteles pareciese nunca perder vigencia, es más, cada día cobra
y repotencia su significado desde todo punto de vista.
El nuevo
orden económico, político, ambiental y social actual, está en un proceso de
cambio tan vertiginoso que pareciese que todas las teorías que regían estas
materias y sobre las cuales muchas de ellas se han sustentado requieren un
nuevo enfoque, un redimensionamiento, una visión diferente que permita su urgente
adecuación al nuevo entorno, un entorno donde nadie pareciese tener la razón,
donde las directrices no son claras, donde la incertidumbre campea libremente, es
ahí donde nos debemos plantear si nuestras organizaciones están aptas para
afrontar estos cambios rigurosos pero necesarios, planteándonos una muy
profunda reflexión de las posibles consecuencias que nos acarreará y de las
posibles oportunidades que se nos podrán presentar.
Debemos cuestionarnos
si nuestro mercado actual, así como nuestros productos, lo van a seguir siendo,
cuantos nuevos actores lo integrarán y cuantas viejas figuras desaparecerán, si
debemos atacar nuevos mercados, desarrollar nuevos productos, crear nuevas
formas de ser percibidos, en fin, adaptarnos y adecuarnos al nuevo orden, o
permanecer impávidos viendo como unos desaparecen y esperando no ser nosotros
uno de ellos.
Se esperan
tiempos más duros, cambios drásticos en todos los ordenes y esperar a que se
compongan las cosas, sin ser participes del cambio es una posición indolente y
hasta irresponsable, en lo personal y en lo empresarial.
Es ahora
donde las grandes ideas prosperan, donde los grandes retos son probados y
puestos en marcha, debemos como individuos y como empresa tener la capacidad de
cambiar y prepararnos para ese reordenamiento, con un sentido ampliamente social
y ambientalista.
Debemos
entender que nuevos elementos están en juego, ya no son los grandes capitales,
los grandes inversionistas los que deben ser percibidos y admirados, la base de
la pirámide tal como Prahalad los denominó, deben ser incluidos y apoyados por
todos los sectores económicos y políticos, ya que lograr un desarrollo
sostenible será económica imposible sin lograr su justa integración, respetando
su derecho a bienestar y prosperidad.
Reinventarse
parece una palabra muy trillada y peligrosa, sin embargo debemos conocer y
asegurarnos que lo que estamos haciendo está bien hecho, que somos eficientes,
que minimizamos ineficacias, inconsistencias y ambigüedades, que apoyamos el
desarrollo de las clases más necesitadas, que cuidamos y protegemos el
ambiente, la conservación, ser reconocidos como una empresa ecológica, no
porque lo decimos, sino porque lo practicamos con convicción.
El mensaje
debe ser claro y preciso hacia nuestros empleados, nuestros clientes y nuestros
proveedores. Los riesgos a los cuales estarán sometidas las organizaciones son
otros y debemos conocerlos, o por lo menos predecirlos. Debemos pues, hacer una
profunda revisión interna de nuestra estructura empresarial, de nuestros
procesos de negocios, de los colaboradores que las desarrollan y de la sociedad
que nos observa y a la que nos debemos. Si logramos una sincronía, una
armonización de esos elementos, podemos decir que nos estamos adaptando y
empezamos a ser participes activos del nuevo orden mundial.
Las
organizaciones deben cambiar, deben empezar a definir escenarios buenos y no
tan buenos, no debemos caer por sorpresa ante las variaciones y más que
importante, es imprescindible el cambio.
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